Todos tenemos experiencias que nos hacen más fríos y cuidadosos en nuestros actos a lo largo del tiempo; quien afirme que las personas no cambian es incorrecto; sin embargo, el proceso de cambio del ser humano no ocurre de la noche a la mañana; ocurre gradualmente.
Pero, más que un cambio, el ser humano crece; en este complicado viaje por la vida, volverse frígido no es una derrota; más bien, es un simple mecanismo de defensa, una forma de lidiar con las complejidades de la vida cotidiana.
Un corazón frío ha aprendido muchas cosas. Debe comprender que las cosas no siempre salen como se planean, que hay que tomar las cosas como son y actuar en consecuencia, que la vida no siempre es justa y que las personas no siempre son tan leales como uno espera que lo sean.
Cada decepción, cada vacío que ha sentido ha disparado estas alarmas de frivolidad. Lo que se desvanece en su interior vuelve de vez en cuando a la realidad, pero también activa un sistema de protección que le hace valorar lo que queda y lo que va dentro de usted.
Por último, lo crea o no, los cambios no son negativos ya que le permiten crecer, ganar en dignidad y formar parte del proceso que debe atravesar en cada experiencia.
Como resultado de El valor de la acción, la gente aprenderá a valorar lo que eras antes de que su corazón se enfriará.